ANTIPODAS
Por: Juan Manuel Cambrón Soria
El Talón de Aquiles de Lorena
A cuatro años de gestión de Lorena Cuellar como gobernadora de Tlaxcala, es imposible negar que la inseguridad pública galopante es su principal pendiente, su talón de Aquiles. Al comienzo de la administración, a tan solo 3 meses de gestión, se comenzaron a presentar hechos delictivos de alto impacto en los municipios colindantes con Puebla y el Estado de México, que de entrada nos parecieron atípicos y generaron inquietud entre la población; tan fue relevante el tema que se citó a comparecer en el Congreso local al entonces secretario de seguridad Alfredo Álvarez Valenzuela, quien ni siquiera llegó ante los diputados porque le giraron una orden de aprensión y puso pies en polvorosa y está prófugo desde entonces.
De aquel momento, hasta ahora la violencia en la entidad ha ido escalando en frecuencia e intensidad, han circulado 7 responsables de la secretaría en cuestión, y de todos no hacemos uno bueno que sea capaz de delinear ya no digamos una estrategia clara, al menos un conjunto de acciones mínimas que muestren que el gobierno está interesado en contener el problema. En medio de todo se han ido acumulando hechos graves e inéditos en el estado más pequeño del país, narco mantas, cuerpos embolsados, comandos armados ingresando a domicilios, ejecuciones en vía pública, balaceras en la capital, el hallazgo de 6 cabezas humanas en bolsas en Ixtacuixtla, bandas de colombianos operando redes de prestamistas y cobro de piso, expedientes hackeados por guacamaya leaks que expusieron un mapa de la criminalidad en los municipios, hasta llegar a este primer fin de semana de septiembre donde fuerzas federales y estatales implementaron un operativo en el municipio de Santa Cruz Tlaxcala para desactivar a un grupo criminal que operaba una casa de seguridad en la zona deteniendo a personas originarias del estado de Jalisco, pertenecientes al tristemente célebre cartel de cuatro letras oriundo de ese estado; lo cual confirma lo que hemos venido diciendo, que en Tlaxcala opera ya el crimen de más alta escala.
La acumulación de estos hechos, delitos de alto impacto en su mayoría, no hacen más que demostrar que Tlaxcala dejó de ser ese lugar tranquilo y apacible, que permitía caminar sus calles a cualquier hora del día en completa calma. Los ciudadanos nos sentimos cada vez más intranquilos cuando salimos a las calles, con temor por nuestros hijos y familia, e indignados por la complacencia con la que el gobierno del estado actúa frente a este flagelo.
Decía mi abuelito que si camina como pato, grazna como pato, pues es pato; por lo tanto ante esta evidente presencia de grupos criminales de alta gama, es imposible negar su presencia y operación en la entidad, pero resulta increíble la desfachatez con la que se conduce el gobierno estatal, que se empeña un día y el otro también en afirmar que somos el estado más seguro del país y que en Tlaxcala no hay presencia de la delincuencia organizada. Y mientras el gobierno con sus corifeos y plumas viperinas se empeñan en tratar de imponer esta narrativa, la realidad los abofetea constantemente en la cara, para tristeza de los ciudadanos.
Si el gobierno y Lorena Cuellar no aceptan que tenemos un problema serio, será difícil enfrentar este flagelo y comienzan a despertar dudas, o son muy ineptos los funcionarios estatales, o están coludidos con las bandas delincuenciales, cualquiera de las dos cosas es lamentabilísimas, pero en ambas, quien pierde es la gente, los ciudadanos de Tlaxcala.
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